Basavilbasense es voluntaria de una de las vacunas contra el Covid-19
“Sospecho que me tocó la vacuna”, dijo Olga García voluntaria de la vacuna en fase tres de experimentación de las farmacéuticas Pfizer y Biontech, ensayo clínico del que participan 4500 personas de entre 18 y 85 años en Argentina y que se realiza en simultáneo en Brasil, Estados Unidos y Alemania.
Enfermera, especialista en cardiología, ejerció la profesión durante cuarenta años, llegando a ser supervisora de la Terapia Intensiva del Hospital Italiano durante 18 años.
Oriunda de Basavilbaso, donde vivió hasta que terminó el secundario, después se mudó a Buenos Aires para estudiar. “Me jubilé trabajando en el Roffo, que depende de la Universidad de Buenos Aires y de Nación, y en el María Curie que también es de oncología pero que depende del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires”, remarcó García.
“La única forma que tenía de ayudar en este momento era presentarme como candidata”, confesó Olga aclarando que no sabía siquiera si iba a resultar elegida para la prueba: “Yo venía escuchando que la vacuna de Pfizer se iba a probar en el Hospital Militar Central, con el Dr. Pollack, entonces agarré, copié la dirección, esto lo debo haber hecho en junio/julio más o menos, y me olvidé, porque realmente fue así”.
En agosto la llamaron para informarle que había sido preseleccionada como voluntaria. Antes de aceptar, Olga consultó dos cosas: si la prueba podía traerle algún problema a su madre, hasta ese momento vivían juntas, y si a ella, por ser diabética e hipertensa, le podía provocar algún inconveniente.
Una vez en el Hospital Militar Central, García pasó por una entrevista médica selectiva, necesaria para determinar si era apta para ser voluntaria de la vacuna. Después de eso llegó la firma del consentimiento informado: “eran 29 páginas doble faz donde te explicaban absolutamente todo lo que era, en qué consistía el estudio, los riesgos que podía tener y a dónde iba tu sangre, porque tu sangre no queda acá la mayoría va a Estados Unidos”, contó Olga y ahí sí comenzó a moverse la maquinaria.
El momento de las aplicaciones
“La primera vez abren un sobre que llega desde Estados Unidos, en ese momento yo dejé de llamarme Olga García para tener un número que era el que tenía ese sobre”, relató la enfermera el inicio de lo que formalmente es su voluntariado.
Lxs encargadxs de la prueba le remarcaron a García que el sobre sólo se abriría en caso de que su vida corra peligro y piensen que lo que le administraron tenga algo que ver, de ese modo, lxs médicxs tratantes y lxs del estudio podrán saber qué fue lo que le aplicaron. “Cuando vos firmas el consentimiento te dicen que puede ser que tengas algún trastorno e incluso la muerte, que no es lo habitual, pero te hablan de eso”, explicó la voluntaria.
Olga dijo que ningún paciente puede mirar el momento de la aplicación de la inyección, y agregó que la única persona que sabe qué es lo que está poniendo, si el placebo o la vacuna, es quien lo administra. Una vez aplicada la inyección, se esperan treinta minutos para ver si existe algunareacción.
“Te explican que no te ponen el virus, porque es altamente contagioso, sino que lo que te administran es la proteína que lo protege –detalló García- No te administran ni virus muertos ni atenuados sino la capa de defensa que tiene el virus que es suficiente para producirte anticuerpos pero no produce el Covid-19, esa es la diferencia”.
La basavilbasense recibió las dos dosis de la vacuna en fase tres de experimentación de las farmacéuticas Pfizer y Biontech los días 27 de agosto, la primera, y el 15 de septiembre la segunda.
Todos los síntomas
La primera aplicación que le realizaron a Olga le provocó dolor en el brazo, “como cuando te ponen la vacuna de la gripe”, dijo, y una fuerte sudoración, que en un principio asoció con las cuestiones ambientales. Ambos síntomas duraron dos días y no se volvieron a repetir.
La reacción a la segunda dosis fue distinta. La noche de ese 15 de septiembre, la enfermera se sintió cansada pero atribuyó ese malestar a todo el ajetreo que había vivido en el día. Sin embargo, a las cuatro y media de la madrugada se despertó porque tenía temperatura y estaba con naúses.
“Al brazo no lo podía levantar, lo manejaba ahí abajo así que busqué el termómetro como pude, tenía 38 de temperatura”, comentó Olga y destacó que también volvió a despertarse a las siete con 38.3 de fiebre. “Ahí me di cuenta que no tenía ni un paracetamol, como toda enfermera no tenía nada para tomar”, recordó entre risas García quien consiguió el medicamente gracias al encargado de su edificio.
Cuando se despertó a las 9 de la mañana la fiebre y los síntomas habían aumentado: 38.6 de temperatura; dolor de cuerpo, de articulaciones y de músculos; dolor de cabeza y diarrea. “Era una porquería”, se definió la enfermera.
En ese momento, Olga buscó el consentimiento informado y se comunicó con la reclutadora, esa persona que la eligió de entre todxs lxs voluntarixs, quien tomó nota de todo lo que le estaba pasando. Una vez finalizada esa comunicación, llamó a los demás números que ahí figuran, dejó un mensaje y los cinco minutos se contactaron con ella.
“Me llamó una médica de guardia y me preguntó todos los síntomas, se los comenté y me dijo cuáles eran las pautas de alarmas. –Explicó García- A la hora me llamó otra médica para ver cómo estaba y me dijo que iba a ser mi médica de seguimiento”.
Esa doctora le comentó a Olga que si tenía más de seis deposiciones diarreicas o si le subía más la temperatura debía volver a llamar. “Yo llegué a 38.9 y me sentía fatal, no recuerdo en mi vida adulta tener tanta fiebre, me pasé todo el día en la cama”, recordó y aclaró que ese dolor duró dos días. A ese cuadro se le sumó la inflamación de los ganglios axilares, síntoma que no perduró en el tiempo.
“Me quedó una sensación de cansancio en el cuerpo, no sé si habrá sido esta situación, el estrés, la sensación de haber tenido tanta fiebre. Yo nunca dormía siesta y ahora tengo que dormir por lo menos treinta minutos”, contó Olga, aclaró que están monitoreando su caso, al igual que a lxs demás, y bromeó: “esto es voluntario así que agua y ajo, yo elegí estar en esta situación”.
La prueba a la que se sometió García tiene una duración de 26 meses. En los próximos días comienzan a extraerle sangre para comenzar a analizarla, eso se suma a distintas respuestas específicas que debe enviar una vez por semana a través de una aplicación.
“Yo creo que nunca me voy a enterar qué es lo que me dieron. Por mi conocimiento de enfermería y por la forma en que reaccionó mi cuerpo, sospecho que me tocó la vacuna”, afirmó Olga y contó: “muchas personas me dijeron que ni locas eran voluntarias pero todos los progresos en la salud se hicieron en base a voluntarios. Siempre la pregunta es ¿Por qué? Y yo digo, ¿por qué no?”.
Mi ex compañera de curso es un ej. De vida..una trabajadora incansable.
Es de esperar su solidaridad para probar la vacuna.
FeLIcitaciones AMIGA!
Muy buena acción y valentía de tu parte Olga,💪👏👏 Abrazo!!